Por Kervy Robles y Camilo Montoya-Galvez
NUEVA YORK — Para muchos jóvenes inmigrantes en la ciudad de Nueva York, ambiciosos sueños de pertenecer a la élite del fútbol mundial convergen en la concurrida estación de tren en la calle 161 en el sur del Bronx. Unos minutos antes de las 8:00 p.m. cada martes y jueves, este grupo de inmigrantes se reúne en un campo de entrenamiento vigilado por el icónico estadio de los Yankees de Nueva York, para ganarse un puesto en el once inicial del fin de semana, y de manera más importante, una oportunidad para cumplir sus grandiosas aspiraciones.
En cuanto los zapatos de fútbol son atados, las espinilleras ajustadas y las mejores jugadas de las principales ligas europeas analizadas, las instrucciones enfáticas de Andrea comienzan. “Muchachos, armen una línea recta”, les dice a sus compañeros del equipo sub-19, repitiendo las órdenes del asistente técnico en un tono no tan propio al de un líder autoritario, pero más semejante al de un hermano mayor. El guardameta de 17 años, quien llegó a los Estado Unidos en el 2006 procedente de la República Dominicana, prospera en su papel como capitán. Cada entrenamiento gira en torno a su liderazgo, el cuál se destaca por su altura imponente y una madurez sobresaliente para alguien de su edad. Andrea se presenta como el guardián de este diverso equipo compuesto por jóvenes soñadores e inmigrantes, que él identifica como una familia inesperadamente adherente; una que mantiene su distinguida virtud de camaradería dentro y fuera del terreno de juego.
“Estos muchachos son como mis hermanos”, él dijo mientras se acomodaba un par de guantes desgastados y con cicatrices marcadas por potentes disparos de delanteros opositores.
Andrea, hijo de madre dominicana y padre italiano, tiene una crianza notable y diversa que refleja la composición de South Bronx United y sus integrantes, quienes provienen de todos los rincones del mundo. La organización sin fines de lucro, que opera en unos de los vecindarios más desfavorecidos y con mayores dificultades económicas en el condado más pobre de la ciudad de Nueva York, brinda apoyo social, educativo y legal a la juventud inmigrante, utilizando el fútbol como vía principal para lograrlo.
Según South Bronx United, aproximadamente el 99 por ciento de los integrantes de su academia son inmigrantes o pertenecen a hogares inmigrantes, y alrededor de 40 por ciento son nacidos en el extranjero. Los jugadores en el programa representan más de 30 países en cuatro continentes, con una gran mayoría proveniente de naciones en Latinoamérica y África occidental.
Adicionalmente, tomando en cuenta sus programas comunitarios y aquellos realizados después del horario escolar, la organización ofrece sus servicios a más de 1.100 jóvenes; de los cuales el 80 por ciento integran familias inmigrantes.

Mientras Andrea ejecutaba numerosas atajadas con los otros dos porteros del plantel, su compañero jamaiquino Dominic, de 17 años, lideraba un intenso ejercicio de calentamiento basado en dinámicos pases al otro lado del campo. El estudiante de último año de escuela secundaria se unió a la liga recreativa sabatina de South Bronx United en el 2014, el mismo año en que él y su madre se mudaron a Nueva York desde la ciudad costera de Portmore, en el sureste de Jamaica. El joven inmigrante comenzó a participar en la academia de la organización después de que entrenadores notaran su electrizante velocidad y versatilidad por la banda. Al igual que Andrea, Dominic atesora la profunda hermandad forjada en este terreno de juego.
“Es muy fácil adaptarse porque ellos tienen una mentalidad muy familiar aquí. Al llegar aquí, todos quieren ser tus amigos”, él dijo, quitándose la chaqueta de la selección nacional de Portugal, que él viste con orgullo y con la esperanza de emular a su ídolo de toda la vida, la estrella del Real Madrid C.F., Cristiano Ronaldo.
Durante dos arduas horas de entrenamiento, Andrea, Dominic y sus compañeros participaron en una serie de ejercicios con una concentración en la posesión de balón en espacios reducidos, el desarrollo de movimientos ofensivos y los fundamentos del estilo de juego tiqui-taca glorificado por equipos como la selección española campeona del mundo bajo el mandato de Vicente Del Bosque y el, en su momento, invencible F.C. Barcelona del estratega Pep Guardiola.
Mientras el equipo insignia de South Bronx United alternaba en este circuito de alta intensidad, el entrenador Daniel Arellano dirigía a un disciplinado grupo de jugadoras en un conjunto de maniobras diseñadas para fortalecer su comprensión táctica, exquisitez técnica y definición depurada al mejor estilo de la cinco veces ganadora del Balón de Oro de la FIFA Marta Vieira da Silva y de la dos veces medallista de oro olímpico estadounidense Carli Lloyd.
Como muchas de sus jugadoras, Arellano ha disputado sus encuentros más difíciles fuera del terreno de juego. Él creció jugando fútbol en las calles de Cochabamba, Bolivia, y a una temprana edad, obtuvo un puesto en un club amateur en la tercera división del fútbol boliviano. Esta carrera prometedora, sin embargo, fue interrumpida por una serie de lesiones en la rodilla que lo dejaron en el banquillo permanentemente.
Al verse forzado a cambiar el rumbo de su vida a los 20 años, el originario de Bolivia emigró a los Estados Unidos, con su pasión por el fútbol, esa que alguna vez lo condujo a convertirse en un futbolista profesional, todavía intacta. La llegada de Arellano a la Gran Manzana fue marcada por una transición de la intensa y constante lucha en el mediocampo, a la elaboración de formaciones de juego desde el taburete como entrenador. Rápidamente, el ya ex jugador amateur obtuvo su licencia como técnico, tomando un oficio de medio tiempo como entrenador en Queens, mientras trabajaba como mesero en diferentes restaurantes de la ciudad para cubrir sus necesidades básicas.
Después de un par de años acostumbrado a la misma rutina, Arellano encontró en South Bronx United un lugar que asociaba tanto su amor por el fútbol, como sus experiencias como inmigrante. El entrenador sudamericano ahora dirige la categoría sub-16 femenina de esta organización, un equipo compuesto por jóvenes inmigrantes, quienes, como él, llegaron a este campo en el barrio de West Concourse a través de un camino estropeado por la falta de oportunidades en sus países natales. El estratega boliviano ha trabajado como mesero en la industria restaurantera por más de 15 años, pero Arellano indicó que toma un descanso del calor de la cocina y del exigente ritmo del comedor durante el verano para dedicarse, a tiempo completo, a sus deberes como entrenador y, esencialmente, a su papel influyente como mentor para sus jóvenes jugadoras.
“Ellas tienen la chance de ser buenas. La clave es inculcarles el sentido de disciplina y de ética. Porque en el fútbol, si no tienes disciplina o ética, nadie te va a mirar”, Arellano dijo mientras ordenaba unos conos anaranjados para un ejercicio de dominio de balón.

Al promover estos dos principios de disciplina y ética de trabajo, Arellano espera cerrar la brecha que él considera existe entre jóvenes jugadoras y el sexo masculino en este deporte. “Ellas, por ser mujeres, ya está difícil porque no les dan muchas chances de que saquen todos sus talentos”, él enfatizó. “Pero, así como las ves, son increíbles, son muy conscientes, son más competitivas. No quieren fallar”.
La desigualdad de género en este deporte no solo afecta estas jóvenes aspirantes del balompié en el sur del Bronx, sino también a profesionales de primera clase en el máximo nivel de competición. Un debate nacional fue generado este último año con la disputa entre la selección nacional femenina de los Estados Unidos y la Federación Americana de Fútbol sobre una supuesta disparidad de salarios entre las futbolistas y sus semejantes en el combinado masculino.
Ante el inmediato reconocimiento mundial de esta cuestión, South Bronx United ha tomado las medidas correspondientes para que jóvenes jugadoras de este sector puedan cumplir sus metas.
Aproximadamente el 30 por ciento de los integrantes de la academia son mujeres, la mayoría procedente de Latinoamérica. Esta estadística no aparenta muy significante, pero según organizadores, es una hazaña impresionante debido a lo que ellos describen como un proceso de reclutamiento considerablemente difícil.
‘Si no asistes, no juegas’

Mientras las luces resplandecientes empiezan a iluminar el campo de entrenamiento adyacente a la casa de los 27 veces campeones de la serie mundial, Yankees de Nueva York, y los jóvenes aspirantes del balompié desbordan trenes abarrotados a causa de la hora pico en la estación de la calle 161, el personal de South Bronx United recluta nuevos integrantes, organiza documentos y revisa casos judiciales en el segundo piso de un edificio en la avenida Grand Concourse.
En esta humilde oficina, un sinnúmero de documentos mantiene a Andrew So, el fundador del South Bronx United, ocupado y trabajando a un ritmo similar al de una ferozmente disputada final de la Liga de Campeones de la UEFA. Después de la culminación de su día laboral, o tal vez, durante los minutos adicionales de su jornada futbolística, So relató los orígenes de la organización sin fines de lucro que estableció en el 2009.
So, quien fue criado en el estado de California, indicó que buscó ejercer la profesión de maestro en el Bronx después de concluir su carrera universitaria, y reconocer las acuciantes necesidades económicas, educativas y sociales de la comunidad. Durante su trayectoria como instructor de escuela pública, So reconoció que un programa de fútbol tenía la capacidad de fomentar lazos comunitarios dentro de este vecindario y mejorar las oportunidades para su juventud. “El sur del Bronx tiene más de medio millón de personas, pero realmente no existía un programa de fútbol competitivo para brindarle a los jóvenes una oportunidad de salir de la comunidad”, So añadió.
A un año de su instauración, South Bronx United conserva su compromiso en abastecer una variedad de herramientas para la juventud del área local. Según sus funcionarios, el 80 por ciento de los participantes en el programa residen en el sur del Bronx, otro 10 por ciento vive en el norte del Bronx y finalmente, un 10 por ciento viaja desde los barrios de Washington Heights y Harlem en Manhattan. South Bronx United, también denominada como una organización 501 (c)(3), ha logrado cumplir un papel fundamental en la vida de los jóvenes inmigrantes en la ciudad de Nueva York a través de una colaboración continua de numerosas entidades y personajes, que incluyen la fundación de caridad del New York City Football Club, la corporación petrolera de Citgo y la empresa de inversión global BlackRock. Según la organización, el 82 por ciento de su presupuesto es recaudado a través de eventos especiales, donaciones y subsidios; y el 82 por ciento de estos fondos van directamente a los programas.
La institución necesita un flujo constante de contribuciones financieras para sustentar su trabajo en lo que es considerado como el distrito más pobre de la nación. Según un análisis basado en el censo de los Estados Unidos, el quinceavo distrito de Nueva York, representado por el congresista José Serrano y el cual incluye la mayor parte del sur del Bronx, tiene el índice de pobreza más alto de cualquier distrito electoral en el país. El promedio de ingreso entre las familias de todo el condado del Bronx es de $35,302 y aproximadamente el 28 por ciento de sus casi 1,5 millones residentes viven en la pobreza, según la Oficina del Censo de los Estados Unidos.

Las desoladas condiciones de esta area también afectan a los jóvenes quienes con mucho orgullo defienden los colores azul zafiro del uniforme de South Bronx United y el emblema en el pecho que proclama el siguiente lema: “Académica. Liderazgo. Atletismo”. Aproximadamente el 47 por ciento de jóvenes en el distrito electoral del sur del Bronx viven en hogares por debajo del umbral de pobreza. Además, números recientes recopilados por South Bronx United indican que más del 90 por ciento de los integrantes en esta organización sin fines de lucro son elegibles para almuerzos gratuitos o a un precio reducido en las escuelas que ellos asisten respectivamente.
Junto con las persistentes dificultades económicas, la comunidad en el sur del Bronx enfrenta desafíos en el ámbito educativo, incluyendo tasas de graduación alarmantes. Según un análisis de estadísticas del Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York, solo el 54 por ciento de los estudiantes de escuela secundaria en este vecindario reciben diplomas de graduación en cuatro años. Poco después del establecimiento de la organización, So identificó esta problemática y, al igual que un técnico de fútbol, incorporó nuevas tácticas al esquema de juego, buscando maximizar el potencial de sus jugadores.

“Nos dimos cuenta muy rápidamente que no podíamos cumplir nuestra misión solo en el terreno de juego. Entonces, comenzamos a integrar nuestra programación académica”, So mencionó, sentado en un salón de clase dentro de la Urban Assembly for Careers and Sports, una escuela secundaria publica a poca distancia de la oficina de South Bronx United que sirve a su vez como el hogar del sistema académico de la organización.
Sobre los armarios rojos en los luminosos pasillos de esta escuela en el Bronx, una cita de la estrella del baloncesto, Michael Jordan, sirve como fuente de inspiración para los jóvenes inmigrantes que llegan aquí antes de dirigirse a los entrenamientos. “Los obstáculos no tienen por qué detenerte. Si te tropiezas con una pared, no te des la vuelta y desistas. Averigua cómo escalarla, recorrerla o encontrar un método alternativo”, la cita lee, con la firma de Jordan parcialmente borrada.

Mientras algunos estudiantes se detienen a reflexionar sobre la frase célebre de Jordan, otros se apresuran a los salones de clase para comenzar las instrucciones del día. En estas aulas, instructores y voluntarios ofrecen a los jóvenes inmigrantes mecanismos educativos diseñados para guiarlos hacia el éxito académico. La multifacética programación académica de South Bronx United se ha convertido en uno de los pilares de la organización, de tal modo que los jugadores deben asistir al menos a dos sesiones por semana para poder entrenar y competir oficialmente.
“Nuestros estudiantes realmente tienen que poner un poco de esfuerzo en el aula para poder participar en sus juegos y mostrar ese compromiso”, dijo Bridget Mahon, la consejera de desarrollo juvenil del grupo sin fines de lucro y una de las personas responsables del crecimiento de este sector académico en South Bronx United.
Las directrices y sesiones de tutoría son realizadas cinco días a la semana y abarcan una amplia gama de actividades para estudiantes en la escuela secundaria; que incluye ayuda con asignaciones para estudiantes de primer y segundo año, preparación de pruebas estandarizadas para estudiantes de tercer año y orientación sobre ayuda financiera estudiantil y solicitudes universitarias para estudiantes en el último año.
Mahon, ex guardameta y capitán del equipo femenino de George Washington University en la primera división universitaria, subrayó que la organización no evalúa el rendimiento académico de los estudiantes a través de un sistema de calificación tradicional debido a los diferentes antecedentes económicos, estatus migratorios y el nivel del dominio del inglés entre los jóvenes inmigrantes que pertenecen al programa. “Queremos que nuestros estudiantes trabajen de la mejor manera, y las calificaciones y el resultado”, ella dijo. “Pero, realmente es el proceso en el que estamos enfocados. ¿Vienes constantemente? ¿Estas poniendo de tu parte? ¿Prácticas las habilidades de una buena comunicación y administración del tiempo, tal como lo necesitaras en el área de trabajo y en la universidad”?
Para alcanzar las expectativas generadas por estas preguntas, Brad, de 15 años, quien juega como lateral derecho en el combinado sub-16 de South Bronx United, sabe que además de recorrer la banda y enviar centros venenosos al área contraria, también debe comprender la Ley de Gravedad Universal formulada por el padre de la ciencia moderna, Sir Issac Newton. De hecho, después de pasar tres años en South Bronx United, los sueños de Brad se encuentran en dos campos: el campo trascendental del fútbol y el revolucionario campo de la ciencia. “En mi futuro, quiero ser un futbolista profesional. Pero, si no soy futbolista, quiero estudiar ciencias forenses porque siempre veo programas de detectives con mi madre”, dijo el estudiante de segundo año de secundaria.

Si fuera por su madre dominicana y sus parientes, Brad estaría batiendo jonrones en las canchas de béisbol en el Bronx. En lugar de esto, el defensor de 15 años siguió los pasos de su padre mexicano y viene atando los zapatos de fútbol desde la escuela primaria. Desde sus inicios en el verde, Brad demostró un formidable sentido de compromiso con el deporte, y una vez instalado en South Bronx United, se las ingenió para escalar divisiones más competitivas y así asegurar un lugar en la lista del equipo principal después de tres temporadas. Ahora en su cuarta campaña, este joven futbolista del Bronx despierta temprano cada mañana de lunes a viernes para embarcar el tren D hacia el centro de la ciudad, donde toma un autobús a su escuela ubicada en el vecindario de Hell’s Kitchen en Manhattan. Los martes y jueves, Brad sube al mismo tren D para llegar a su sesión de tutoría después de terminar las clases y caminar hacia su entrenamiento que empieza a las 6:00 p.m. Para regresar a casa después de una agotadora noche de entrenamiento, el adolescente mexicano-dominicano, al igual que sus compañeros, se dirige a la estación de la calle 161, la cual, a esta hora, ya asemeja a un vacío y sereno San Siro después de un reñido Derby della Madonnina.

Sin embargo, para ciertas jugadoras como Merideth, de 13 años, quien ahora dicta el ritmo del mediocampo de la sub-16 de South Bronx United, la terminal en la calle 161 simboliza más que una simple parada. Algunos años atrás, después de desembarcar del tren en esta estación en Grand Concourse, su madre vio a un grupo de muchachos practicando en la sombra del gigantesco letrero de los Yankees de Nueva York y les preguntó si tenían un lugar en el equipo para su hija. En el curso de unos cuantos días, Merideth se encontraba luchando balones divididos en intensos encuentros amistosos con los jugadores de South Bronx United.

La centrocampista mexicana-americana cumple un rol determinante en el equipo oficial, siempre buscando ejecutar ese pase milimétrico que conlleve a un placentero gol y fundamentalmente, a una celebración especial en honor a su padre, quien antes de fallecer, le inculcó una devoción por este deporte. “Mi papa me presento al fútbol. Cuando juego, siempre me recuerda a él”, ella dijo, mirando las luces de un salón de clase en el Urban Assembly School for Career and Sports, el cual no solo asiste como estudiante de primer año, pero también como participante del sistema educativo de South Bronx United. “Él falleció, pero cada vez que juego, me recuerda porque empecé a jugar”.
Al igual que Brad, Meredith también persigue dos ambiciones formidables: sobresalir en el seleccionado femenino de los Estados Unidos y trabajar como agente del Buró Federal de Investigaciones, o FBI por su sigla en inglés.
Uno de los objetivos primordiales de South Bronx United es desarrollar los sueños profesionales de jugadores como Brad y Merideth, y cerciorarse de que mantengan un vínculo con la comunidad. Este compromiso se refleja en el testimonio de Ahmed Bagigah, un ex integrante de South Bronx United quien formó parte de la academia entre los años 2010 y 2012. Bagigah dejó su ciudad natal de Accra, la capital de Ghana, en el 2003 a los 10 años de edad, y ahora estudia economía en Hunter College en el Upper East Side. El inmigrante de África occidental de 25 años atribuye su progreso en el país que lo adoptó al aprendizaje facilitado por las sesiones de tutoría de la organización basada en el Bronx.
“No se trata solo de los deportes. Se trata de tus estudios, tu vida personal, cómo te comportas como ser humano; es muy importante”, Bagigah enfatizó mientras cumplía el rol momentáneo de asistente técnico en la categoría sub-19. Actualmente, el joven ghanés equilibra sus estudios de pregrado con sus deberes en el cuerpo técnico del equipo que hace no mucho tiempo atrás, representaba como joven baluarte del once inicial.
Ahora, más distanciado del brazalete de capitán y más cerca a un portapapeles con formaciones de equipos, la filosofía de juego de Bagigah se basa menos en el talento puro y más en una disciplina sumamente rígida. El joven ghanés exige un compromiso absoluto a sus jugadores, tanto en el campo, cuando el árbitro sopla el silbato para marcar el inicio de un partido, como en la escuela, cuando suena la campana para señalar el inicio de clases. Bagigah tiene una política estricta cuando se trata de la asistencia a sesiones de tutoría de sus jugadores.
“Si no asistes, no juegas”, él dijo.
‘El fútbol es una lengua universal’

Sin defensores que impidan su camino en el campo ubicado en el epicentro futbolístico del Bronx, Andy Jenkins, el director del programa de fútbol de South Bronx United, merodea de área a área, observando los equipos de la academia entrenar en un jueves por la noche. Este joven fanático del Liverpool F.C. está a cargo de organizar la participación de la institución en diferentes torneos en el área, desarrollar el currículo de capacitación y asesorar el proceso de reclutamiento. Jenkins, un intelectual del fútbol, llegó a los Estados Unidos hace cuatro años, dejando atrás su ciudad natal de Belfast en Irlanda del Norte y asentándose en Boston, Massachusetts, para entrenar a un club de fútbol para jóvenes de la escuela secundaria.
Después de ampliar su conocimiento sobre programas de desarrollo juvenil en la capital de facto de la región de Nueva Inglaterra, el nativo de Irlanda del Norte llevó su doctrina futbolera a las coloridas calles del Bronx. Al comenzar este nuevo capítulo en su carrera, Jenkins inmediatamente notó una destacada distinción con sus experiencias en Massachusetts. “Muchos de nuestros integrantes provienen de países que juegan al fútbol. Entonces, estos son jóvenes que arribaron habiendo jugado al fútbol desde que tenían dos, tres años de edad”, él dijo. Un gran número de los jugadores en el programa que él ahora preside provienen de África occidental y América Latina, una dinámica que le ha presentado el desafío de equilibrar distintos estilos de juegos y establecer una identidad de fútbol cohesiva y pragmática.
“Vemos diferentes estilos de juego. Indudablemente, nuestros chicos de África occidental; más ritmo y fuerza que tienden a ser parte del estilo de juego de esa parte del mundo. Con los hispanos, vemos más agilidad en los pies, más habilidades”, él dijo.

Pasajes de la enciclopedia del fútbol mundial han narrado un contraste importante entre las metodologías de juego en estas dos regiones, tal como lo reconoció Jenkins.
Los capítulos más ilustres del balompié africano occidental han sido caracterizados por una velocidad atronadora, una agilidad incomparable y un somatotipo extenuante, una combinación empleada por los equipos y jugadores nacionales más exitosos de esa región, como la selección nacional olímpica de Nigeria en el torneo celebrado en Atlanta en 1996 y el legendario delantero y una vez ganador del Balón de Oro, George Weah, ahora presidente electo de su natal Liberia.
En la mayoría de los países de América Latina, la elegancia técnica, la dominante posesión del balón y una mentalidad ofensiva impenitente son algunas de las idiosincrasias más importantes de su ADN futbolístico. Estas virtudes se manifiestan en equipos como el seleccionado brasileño ganador de la Copa Mundial de 1970 dirigido por Mario Zagallo y en jugadores como el tricampeón de la Copa Libertadores y posiblemente el último romántico del fútbol contemporáneo Juan Román Riquelme.
Jenkins ha intentado conciliar estos diferentes estilos de juego desarrollando un esquema que no abandona las virtudes futboleras que se inculcan a los jóvenes en sus países de origen. Para el entrenador de Irlanda del Norte, este esfuerzo que está ocurriendo en los campos en el sur del Bronx refleja el afán de los Estados Unidos en forjar una aparente elusiva identidad de juego que sea entretenida y exitosa. “Los Estados Unidos, como una nación, aún no posee una identidad de fútbol. Entonces, estamos adaptando algunas identidades de diferentes lugares y uniéndolas”, él dijo.
South Bronx United, al igual que la ciudad que alberga sus campos de entrenamiento, es un crisol de talentos, no solo conformado por diversos principios futbolísticos, pero también por jugadores con distintas experiencias, etnias, nacionalidades y lenguas a los que se les ha encomendado desarrollar una química intima en el terreno de juego. Ya sean de Ecuador o Costa de Marfil, estos jóvenes inmigrantes entran al campo dejando las diferencias de lado y portando un sentimiento de unidad amparado por el propósito colectivo de ganar. Esta mentalidad aparenta estar bien establecida en jugadores como Ronny, de 17 años y oriundo de Ecuador, quien puede prosperar en la academia a pesar de un inglés fragmentado. El volante defensivo, un adolescente introvertido y compuesto, semejante al capitán de su equipo nacional y patriarca del flanco derecho del Manchester United, Antonio Valencia, dijo que ha tenido dificultades para adaptarse al nuevo estilo de vida que encontró a su llegada a los Estados Unidos alrededor de hace un año. Después de unos meses de cambios significativos en su vida, la familia de Ronny encontró en South Bronx United un lugar que podía facilitar su proceso de asimilación cultural y permitirle continuar jugar el deporte que ama desde la infancia. Como nuevo miembro de la categoría sub-19, el nativo de Ecuador ahora entrena con compañeros inmigrantes, con quienes está tratando de entablar una relación dentro y fuera del campo.
Uno de ellos es Abdoul, un joven marfileño de 17 años, quien en una situación similar al de su compañero suramericano, experimento dificultades al aprender el inglés, confesando que en sus primeros días en South Bronx United, no sabía nombrar las distintas posiciones en el terreno de juego. Sin embargo, estos obstáculos lingüísticos, según Jenkins, el director del programa de fútbol de la organización, son disminuidos por los valores trascendentales del fútbol que han permitido que el deporte se haya consolidado como el más practicado y popular en el mundo, disfrutado no solo en las calles de la capital futbolera de Rio de Janeiro, pero incluso en campos improvisados en las playas de la isla pacífica de Fiyi.
“El fútbol es una lengua universal”, Jenkins dijo, con su mirada señalando a los jugadores como evidencia irrefutable.
‘Edificios grandes en las calles; eso nos dio esperanza’

Quince citas en corte. Trece casos judiciales en trámite. Cinco asuntos legales por atender en la lista de faenas pendientes. Y cuatro procesos aún por determinar.
Estos fines transcritos en una pizarra mal borrada en la pequeña oficina de Brendan Davis, el coordinador de servicios legales de South Bronx United, personifican los sueños de quedarse en suelo estadounidense para muchos jóvenes inmigrantes. Junto a su currículo educativo y programa de fútbol, South Bronx United es sostenido por un tercer pilar: servicios legales de inmigración. Davis, un joven abogado de la ciudad de Brisbane, en el este costero de Australia, es el zaguero y líder de la línea defensiva de la organización, representando jóvenes inmigrantes en jornadas complicadas que no se llevan a cabo en campos de juego, sino en cortes donde el que impide justicia no es un árbitro, sino un juez.
El originario de Australia y partidario del Liverpool F.C. enfatizó que South Bronx United empezó a ofrecer consejería y representación legal a la juventud del programa al reconocer que muchos de ellos necesitaban legalizar su estatus migratorio para permanecer en los Estados Unidos. La organización y algunos miembros de su personal están acreditados por la Oficina Ejecutiva de Revisión de Casos de Inmigración del Departamento de Justicia de los Estados Unidos para representar a los jóvenes y sus familias en procedimientos legales en corte de inmigración.
Todos los servicios legales ofrecidos por la organización sin fines de lucro, que incluye ayudar a sus jugadores en diligencias de asilo político, evitar procedimientos de deportación y obtener residencia permanente, son gratuitos. Debido al gran numero de inmigrantes en South Bronx United, la organización recibe muchas solicitudes de asesoramiento legal. Para enfrentar este elevado volumen de trabajo, South Bronx United se ha asociado con otros proveedores de servicios legales en la ciudad, como Caridades Católicas, Legal Aid Society y Terra Firma.
“Nos aseguramos que nadie sea ignorado en estas materias”, Davis dijo.
Actualmente, el abogado australiano tiene cerca de 50 casos judiciales en su expediente, incluyendo solicitudes para Estatus de Protección Temporal y Estatus de Jóvenes Inmigrantes Especiales y apelaciones para detener procedimientos de deportación. Davis indicó que estos son los tipos de casos más comunes cuando se trata de jugadores latinoamericanos.
Debido a las diferencias geográficas, los casos legales de muchos jóvenes procedentes de África occidental tienden a girar en torno a vencimientos de visas de turista y solicitudes de asilo político, las cuales, según Davis, son extremadamente comunes ya que muchos de los países natales de estos jugadores están sumidos en conflictos armados y turbulencias políticas.
Desde el cambio de siglo, el grupo extremista Islámico Boko Haram ha librado una violenta insurgencia en contra del gobierno nigeriano, mientras la organización militante Al-Qaeda en el Maghreb Islámico ha protagonizado diversos ataques en recientes años en el sur del Sahara, en países como Mali y Burkina Faso.
Una década atrás, un conflicto en Costa de Marfil, el país natal del máximo goleador internacional del Chelsea F.C., Didier Drogba, fue detenido, en parte, por el fútbol. Por años, una sangrienta guerra civil se había desatado en el país africano occidental justo cuando el seleccionado nacional de Drogba clasificó a su primer certamen mundial. Después de una inolvidable victoria por 3-1 ante Sudán por las clasificatorias al torneo del 2006 realizado en Alemania, la prensa internacional fue bienvenida dentro del vestuario, donde los jugadores marfileños los esperaban en rodillas. En una transmisión televisada nacionalmente, Drogba proclamó: “Hombres y mujeres de Costa de Marfil, del norte, sur, centro y oeste; nosotros comprobamos hoy que todos los marfileños pueden convivir y competir con un objetivo común: clasificar a la copa del mundo”. La extraordinaria hazaña del equipo y el convincente despliegue de unidad han sido acreditadas con allanar las tensiones en el país y facilitar una tregua entre los diferentes partidos el año siguiente.
Con la reciente finalización de la iniciativa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, o DACA por su sigla en inglés, para jóvenes indocumentados, Davis dijo que su equipo está explorando opciones legales para aquellos en la organización que son beneficiarios del programa federal, ya que esfuerzos legislativos para ratificar las protecciones para este grupo se han estancado en el Congreso. Según funcionarios, cuatro jóvenes fueron ayudados a obtener un estatus bajo DACA durante la temporada 2015-2016. Este año, Davis calcula que hay 10 beneficiarios del programa migratorio quienes visten la indumentaria de South Bronx United.
A pesar de contar con un solo abogado, los servicios legales gratuitos de la institución han producido resultados sorprendentes. Davis dijo que la organización ha tomado alrededor de 75 casos judiciales hasta la fecha y ayudado a 23 jugadores en adquirir la residencia permanente en los Estados Unidos. Una excelente ilustración del éxito de la organización en este campo es la extraordinaria historia de Anayeli, de 19 años, y sus dos hermanos César, de 17 años, y Brayan, de 16 años.
Ya como ex integrante de la academia de South Bronx United, Anayeli estudia contabilidad en el Borough of Manhattan Community College. La originaria de México enfrentó unos de sus partidos más difíciles años antes de convertirse en una estrella en la categoría sub-19; un encuentro que no duró los 90 minutos reglamentarios, sino siete días.

En enero del 2012, Anayeli tomó rumbo hacia los Estados Unidos con su madre y sus dos hermanos menores, partiendo desde su ciudad natal de Puebla, la cuarta más grande en México, viajando hacia la capital, donde ella y su familia volaron hacia el estado fronterizo de Sonora. Desde aquí, la familia embarcó en una travesía de una semana a través de un desierto árido, eventualmente cruzando la frontera hacia Arizona con la ayuda de un coyote. Pronto a su arribo al estado del Gran Cañón, la familia se mudó a la ciudad de Nueva York, donde el horizonte vertiginoso cautivó la atención de los hermanos.
“Llegar a un país nuevo, fue un primer día muy emocionante, observar el camino y los edificios grandes en las calles; eso nos dio esperanza”, Anayeli dijo con voz nostálgica.
La poblana ha vivido en el Bronx por cinco años, un periodo de tiempo que ha sido testigo de la culminación de sus estudios de escuela secundaria y de su lucha precaria adaptándose a la sociedad estadounidense. “Extrañaba mucho mi país”, Anayeli dijo, recordando sus primeros días como estudiante de séptimo grado en los Estados Unidos. “Hubo una gran diferencia entre estar en México y estar aquí. Mis compañeros me molestaban por mi acento”.
Después de unos años en la ciudad de Nueva York, Anayeli encontró en South Bronx United un lugar que le permitía usar el fútbol como un vehículo para continuar desarrollando el idioma de inglés y alcanzar su sueño americano. En dos temporadas con la academia, la joven mexicana demostró ser un ejemplo dentro y fuera del campo, liderando el intenso mediocampo y consiguiendo calificaciones de una estudiante ilustre. Además de pulir su inglés y afinar sus habilidades futbolísticas, South Bronx United también es la razón por la cual Anayeli pudo quedarse en los Estados Unidos.
Luego de una evaluación al presente migratorio de Anayeli, Davis, el abogado de la organización, determinó que ella y sus hermanos eran elegibles para la residencia permanente norteamericana a través de la clasificación de Jóvenes Inmigrantes Especiales del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos, o USCIS por su sigla en inglés, debido a la ausencia de una relación con su padre. “Este es el tipo de caso que se enfoca en el hecho de que una persona joven fue maltratada, abandonada o desatendida por uno o ambos padres y que lo mejor para ellos es permanecer en los Estados Unidos”, indicó el coordinador de servicios legales. Después de que Davis presentó las peticiones, los hermanos recibieron permisos de trabajo temporales y en 18 meses, sus tarjetas verdes de residencia. Con su estatus migratorio legalizado, Anayeli ahora puede recibir ayuda financiera del gobierno para cubrir parte de su matrícula universitaria, la cual estaba pagando de su propio bolsillo mientras esperaba que el caso se resolviera.
A pesar de haber concluido su participación en South Bronx United, Anayeli continúa exhibiendo esas características que una vez la distinguieron como una volante de un recorrido inalcanzable. Ella persiste en el tránsito constante, tal como estaba acostumbrada durante sus partidos, balanceando sus estudios con la responsabilidad de cuidar a sus dos hermanas menores, Jocelyn, de 10 años y Giselle, de un año, cuando su madre está trabajando.

La pequeña casa de la familia en el barrio de clase obrera de Norwood, en el norte del Bronx, es de cierto modo, una catedral futbolística. Los televisores sintonizan los juegos más importantes de las ligas europeas, la sala adornada con un sinfín de trofeos y placas honrando los logros de los miembros de esta familia quienes han y todavía representan South Bronx United. De hecho, muchas de sus conversaciones giran en torno al fútbol, especialmente la Liga MX, la máxima categoría del balompié mexicano, donde existe una rivalidad amistosa en la familia. Adela Méndez, la cálida y afectuosa matriarca de la casa, ha sido una ferviente defensora del Club América, uno de los equipos más importantes de la ciudad de México, que desde muy joven, observaba al jugador más famoso en la historia del fútbol azteca, Cuauhtémoc Blanco, interpretar su celebración de tiro al arco después de fundir el balón en la red. Todos sus hijos, incluyendo Anayeli, apoyan al rival de siempre del Club América, el equipo mexicano más exitoso en competiciones internacionales, Chivas de Guadalajara.
Sin embargo, la columna más importante en la cual este hogar se sustenta es el amor que sus miembros tienen el uno por el otro. Y, como de esperarse, Méndez describió la génesis de este vínculo profundo utilizando una analogía futbolera.
“Siempre les digo que este es un equipo de fútbol. Si uno de ellos se lastima el pie, el equipo ya no está completo, porque no importa si son los mejores, sin un equipo, no se puede lograr”, la madre dijo sentada en la sala, el centro espiritual del hogar, donde una escultura grande de arcilla de la Virgen de Guadalupe, la patrona de su natal México, mantiene una vigilancia constante y atenta. “Este es un equipo. Somos un equipo”.
“No hay nadie más en el banquillo”.
Davis dijo que el proceso de petición de este procedimiento especial que les permitió a los hermanos mexicanos legalizar su estatus migratorio se ha vuelto más complicado y riguroso desde que Donald J. Trump fue juramentado como el presidente número 45 de los Estados Unidos. El abogado australiano agregó que el trámite de los casos en su haber para este programa, instituido como parte de la ley de inmigración de 1990, ha tomado más tiempo en los últimos meses. “Alrededor de estos casos para Jóvenes Inmigrantes Especiales, de momento, existe una gran resistencia a la legitimidad de las solicitudes”, Davis dijo. “Están solicitando más pruebas. Existen más esfuerzos para socavar y paralizar el proceso”. El coordinador de servicios legales cree que el aparente aumento de escrutinio en el proceso de solicitud de este programa federal de inmigración proviene de las posiciones “antiinmigrantes” de la Casa Blanca.
Además de los significantes cambios de política que el cree están ocurriendo en las agencias federales que manejan asuntos de inmigración, Davis también enfatizó que la retórica utilizada por Trump como candidato durante su campaña y ahora como mandatario ha sembrado miedo en la comunidad inmigrante, de donde proviene un gran número de los jugadores de South Bronx United.
A pesar de la retórica rígida sobre la inmigración por parte de la administración y su represión contra los inmigrantes indocumentados, jóvenes inmigrantes continúan llegando a los campos de la academia, buscando no solo perseguir sus aspiraciones futbolísticas, pero también aliviar sus angustias migratorias. De hecho, Davis señaló que, en los últimos tiempos, el margen de casos de inmigración manejados por South Bronx United y otras organizaciones en el área ha aumentado dramáticamente. “En general, los proveedores grandes de servicios legales en la ciudad están a capacidad máxima”, él dijo.

Axel, un estudiante de secundaria de 15 años y nuevo integrante de la academia de South Bronx United, es uno de tantos jóvenes inmigrantes que cruzaron fronteras en viajes arriesgados para llegar a este terreno de juego en el sur del Bronx. En el verano del 2014, Axel, su madre y cuatro hermanos menores dejaron su hogar en Tela, una pequeña ciudad en el noroeste costero de su natal Honduras, para luego cruzar al país vecino de Guatemala, de donde viajaron en un autobús lleno de gente al corazón de la antigua civilización Maya. Durante este viaje, Axel dijo que contempló sobre la realidad difícil de su país de origen. “En Honduras, hay muchas cosas que deben entenderse. Se sabe que hay robos, hay tragedia en Honduras en este momento. Y se sabe que en las calles hay pandillas y están atacando a personas inocentes”, él dijo en lo que parecía ser un tono de decepción y una mirada de frustración.
Después de cruzar la frontera entre Guatemala y México, y atravesar el territorio del imperio azteca, el joven de 15 años se dio cuenta que la violencia y el crimen no eran fenómenos propios de su natal Honduras. “México es grande y se oculta muchas cosas. Para mí, México no es seguro”, Axel dijo. Durante la última década, el pueblo mexicano ha sido testigo de un periodo de violencia sin precedentes, con poderosos y sangrientos carteles del narcotráfico convirtiendo partes del país en zonas de anarquía y delincuencia.
Para cruzar la frontera entre Estados Unidos y México en Texas, el adolescente hondureño y su familia se vieron obligados a tomar La Bestia, un tren de carga en el que la esperanza y el miedo viajan juntos a través de kilómetros de líneas férreas. Por muchos años, miles de inmigrantes como la familia de Axel suben a los tejados de los vagones de este tren, a pesar de la constante posibilidad de una caída precipitada que implicaría una lesión grave o incluso la muerte, con la ilusión de llegar a la proclamada tierra de las oportunidades.
Luego de culminar un viaje de 18 semanas por cuatro países, Axel y su familia se mudaron a Nueva York, instalándose en el Bronx. En el otoño del 2016, Axel recibió asilo político para poder permanecer en suelo americano. Ahora con dos años en el país, el joven inmigrante y centrocampista del combinado sub-16 de South Bronx United todavía tiene los mismos sueños de jugar al fútbol de manera profesional y participar en actividades humanitarias, que una vez, en el tumultuoso recorrido de La Bestia, parecían estar a una distancia inalcanzable.
Para Davis, el abogado australiano, las historias extraordinarias de lucha y tenacidad de jóvenes inmigrantes como Axel deben ser admiradas y elogiadas, mas no condenadas.
“Creo que cualquier persona que tenga esta opinión negativa sobre un niño de 15 años quien solo quiere una vida mejor; creo que es un poco duro”, dijo Davis.
‘Él no tuvo las dificultades que nosotros tuvimos’

Dando un gran salto hacia el centro de la barra transversal, y su cuerpo formando un arco en el aire, Andrea, el capitán del equipo sub-19, salvó un tiro impresionante proveniente de uno de sus colegas guardametas, y así desviando la esfera sobre el arco con sus dedos extendidos, en un momento de brillantez que bien recuerda a la atajada de Gianluigi Buffon ante un cabezazo del número 10 de Francia, Zinedine Zidane, durante la final de la Copa del Mundo del 2006; una jugada que forzó el partido a una serie de penales frenéticos en los que Italia triunfó después de una potente pegada de su lateral izquierdo, Fabio Grosso, para ganar así su cuarto certamen mundial.
Pero Andrea comparte más que la misma posición en el terreno de juego con el caudillo del seleccionado italiano y guardameta de La Vecchia Signora. Los dos porteros poseen una capacidad innata para liderar. Ambos capitanes promueven una virtud admirable de unidad entre sus jugadores, a los que tratan como si fuesen de su propia sangre, asegurando no solo su compromiso con el equipo, sino también su apoyo incondicional a cada uno de ellos.
Este estudiante de último año de escuela secundaria no solo está preparado para defender a sus compañeros del equipo opositor, pero también de quienquiera que los perjudique, incluso si esa persona resulta ser el presidente de los Estados Unidos. Andrea enfatizó que aunque la política no es punto central de discusión entre los miembros del equipo, conversaciones sobre noticias provenientes de la Casa Blanca están volviéndose más comunes porque generan preocupaciones dentro de la comunidad en el sur del Bronx. “Hablamos de eso. Sabemos de lo que este tipo es capaz. Entonces, algunos de nosotros le tenemos miedo”, él dijo. “Pero es difícil. No hablamos mucho sobre la política en sí, pero Trump es un tipo peligroso”.
Andrea indicó que es difícil para su equipo ignorar la dura retórica de Trump sobre inmigración y las políticas de su administración que muchos consideran antiinmigrantes y discriminatorias. “[Trump] dice que los mexicanos son traficantes de drogas, violadores y que están relacionados con pandillas. Le diría ‘ven a South Bronx United y verás que todos los que queremos es jugar fútbol en la universidad. Queremos tener una gran educación’”, dijo Andrea, con su mirada paternal fija en sus compañeros. “Aprendería sobre diferentes culturas, aprendería a ser más respetuoso, aprendería sobre otros puntos de vista, porque, ya sabes, este tipo, él nació rico, él no tuvo las dificultades que nosotros tuvimos”.
Al igual que su compañero dominicano-italiano, Dominic, uno de los extremos en el equipo, también reconoció que el ambiente político divisivo de hoy se ha infiltrado a los campos en los que compiten. El joven inmigrante dijo que aparte de sentirse señalado por el actual ocupante de la Casa Blanca, él y su equipo también han sido víctimas de abuso racial. Dominic dijo que la pronunciada diversa composición de su camarilla los hace sobresalir en los torneos que participan con clubes de los cinco condados de la ciudad de Nueva York y de varias ciudades del condado de Westchester.
El prejuicio y la xenofobia no solo están presentes en los humildes campos donde estos jóvenes inmigrantes compiten, sino también en los niveles más altos del fútbol mundial. Durante su carrera excepcional, el goleador histórico de Camerún, Samuel Eto’o, se vió envuelto en múltiples incidentes donde fue receptor de abusos racistas dentro del terreno de juego. En febrero del 2006, mientras jugaba para F.C. Barcelona, el delantero africano estuvo a punto de abandonar el campo en un partido contra el Real Zaragoza después de que un pequeño sector de los aficionados locales en La Romareda lo acosaran con cánticos de mono y le lanzaran maní cuando se acercó a la bandera del tiro de esquina.
Sin embargo, para el grupo de jóvenes inmigrantes en el sur del Bronx, la fuerte hermandad que han construido a través del deporte supera cualquier episodio de discriminación o retórica política que elija como blanco a su diversa composición, sus experiencias como inmigrantes y la tolerancia genuina con cual conviven. Y, a pesar de no ser completamente inmunes a la política de división e intolerancia que se encuentra fuera del campo de entrenamiento, los jugadores tratan de concentrarse en el deporte que aman.
“Simplemente nos enfocamos en el fútbol, realmente no nos importa tanto Donald Trump”, dijo Andrea. “Donald Trump para nosotros es irrelevante”.
Nota de los editores: Se omitieron los apellidos de los actuales participantes del programa de fútbol de South Bronx United para proteger su privacidad porque todos son menores de edad. A pesar de ser mayor de edad, se omitió el apellido de Anayeli para proteger la privacidad de sus hermanos.